martes, 20 de julio de 2010

¿Cómo quieres que me olvide de ti, si en cuanto cierro los ojos vuelvo a recordarte?


“Escribo para intentar olvidar. Escribo para dejar atrás finalmente el peor de mis recuerdos.
El día en que dejé de ser un crío de doce años (simbólicamente) para hacerme viejo, fue un día en el que recibí una caricia de una mujer… llamémosle Mónica a esta. Nunca me sentí atraído por ella, ni siquiera me fijé, pero me enamoré de ella en aquél mismo instante.
Desde entonces mi felicidad se basó en miradas furtivas, sonrisas esporádicas y conversaciones muy poco usuales.
Era tal mi obsesión por ella, que mi rendimiento académico bajó en picado. Incluso un día me atreví a regalarle flores.
Pasaba los días sufriendo y gozando del amor que sentía, pero sin embargo, ella pertenecía un mundo muy distinto al que yo pertenecía… básicamente no pertenezco a ningún lugar y su compañía no era la más adecuada para mi, ya que en su día fui agredido por sus amigos.
Aunque intentara disimularlo, la gente sabía que yo algo muy especial por Mónica sentía. A través de esta curiosidad, se desencadenó esta historia, que tan solo un poquito más dramatizada ya me serviría para escribir un libro.
Repentinamente, Mónica pasaba los días a mi lado, y aún así no conseguía cogerle confianza, siempre me mostraba tímido con ella.
Un día, haciendo educación física, en la playa, al finalizar me cogió del brazo y me llevó a un lugar apartado. Me daba la sensación de que me iba a arrancar el brazo de cuajo.
-Isaac, hay algo muy importante que debes saber.
-¿Sí?
-Yo, estos días, he pasado todo el tiempo que he podido contigo porque… yo…-cerró los ojos con fuerza- ¡TE QUIERO!
La frase que tanto había anhelado se cumplió. Me hubiera encantado disfrutar de ese momento, pero me quedé sin palabras, sin respiración y casi paralizado. Mónica se percató, me volvió a coger del brazo y me besó. El primer beso de mi vida, se cumplió cómo yo siempre quise.
Mi amada no se quedó satisfecha aún. Me abrazó con fuerza y me dijo:
-¿Me amas?
Recuperé la fuerza en la voz y le dije:
-Cómo quieres que me olvide de ti, si en cuanto cierro los ojos vuelvo a recordarte…
-Esa frase me la inventé yo -dijo con una sonrisa en los labios.
-¿Acaso no es suficiente para demostrarte mi amor?
-Pues va a ser que no -y me besó otra vez.
¡Toda esa montaña rusa de sentimientos en cinco minutos! Me pareció increíble.
Pasaron los días, (naturalmente al lado de Mónica) y pasé de sufrir y ser feliz, a ser feliz únicamente.
Todos los compañeros de la clase se quedaron patidifusos cuando vieron la manera de la que mostraba mi amor: la besaba siempre que podía, le hacía regalos varios, le escribía cartas románticas y poesías… se extrañaron de la manera de mostrarme a Mónica porque aunque esté mal decirlo, ninguno de ellos sabe lo que es amar.
Vivimos en el mismo pueblo y pasamos el verano haciendo tantas cosas que no escribiré por no abusar del formato de la web.
Llegó el invierno, siempre con este ritmo de vida amorosa. Daba la casualidad de que Mónica los últimos días antes de las navidades, se mostraba triste y distante, lloraba, en ocasiones le veía marcas que me hicieron deducir que se autolesionaba y en el crédito de poesía siempre escribía pidiendo perdón a alguien por lo que no sentía por él y yo no sospeché nada.
Finalmente, cuando reanudamos las clases a principios de 2008, me encontraba leyendo en el recreo cuando se acercó Mónica acompañada de “su tropa”. Mónica seguía igual de deprimida que siempre y sus amigas se acercaron con una sonrisa maliciosa en los labios.
-¡Eh, tú! Deja de leer la Biblia, y escucha un momento.
-No digo nada porque está Mónica aquí delante. ¿Que habéis venido a gritarme?
-La Mónica no está enamorada de ti. Me parece que está así de pocha porque no te aguanta. En realidad te ligó para saber si te molaba.
Yo al principio intenté esconder mi sorpresa, porque a pesar de “la manera de ser” de las amigas de Mónica, casi siempre iban diciendo la verdad, lo que pensaban, etc. Miré a Mónica sorprendido, la cual rehuyó mi mirada y con lágrimas en los ojos, se arrodilló ante mí me abrazó y me dijo:
-Perdóname…
Sentí que todo mi mundo interior se hacía pedazos, que mi alma se resquebraja lenta y dolorosamente, mientras oía reír a “la tropa”. Mónica marchó corriendo y yo me desmayé, por suerte, después de que se marcharan esas odiosas mujerzuelas.
Una semana después de aquello, llené una mochila de pesadas rocas, tomé un taxi y le indiqué al conductor la dirección al puerto más cercano, pero cuando el automóvil se disponía a marchar, me pareció ver a Mónica corriendo y tomando otro taxi. Llegué al puerto intentando no creerme que había venido para pedirme perdón, así que volví a mi objetivo: suicidarme. Esto por lo que he leído en algún que otro relato de la web, sucede mucho. Volví la vista atrás un último instante, y efectivamente, Mónica, con lágrimas en los ojos nuevamente, corría para encontrarse conmigo.
-¡Perdóname! – gritaba.
-Te amo. – dije sonriendo.
Me dejé caer de espaldas y lo último que oí fue el grito de Mónica rogándome que no desapareciera. Permanecí cerca de dos minutos de sufrimiento antes de perder el conocimiento.
Desperté en un hospital con una máscara de oxigeno ayudándome a sufrir en vez de ayudarme a vivir. Al lado derecho de la cama se encontraba Mónica, dormía plácidamente, o eso me pareció, en una silla del hospital Era de noche y mi amada no paraba de repetir “perdóname, jamás quise hacerte daño”.
En sus manos había un papel, que alcancé si moverme de la camilla. En un solo folio y en innumerables líneas, había escrito una y otra vez de varias maneras que se había dado cuenta que ella también me amaba, que se dio cuenta cuando estuvo a punto de perderme, que era lo mejor que le había pasado en la vida… me levanté cogí un lápiz de su estuche y en la otra cara escribí todo lo que sentía por ella, que también había sido lo mejor que me había pasado en la vida… me extrañó que dejaran a una menor cuidando de otro menor.
Durante meses acudí a psicólogos y psiquiatras (de los cuales me di cuenta que no valían un céntimo) que todos llegaron a una misma conclusión: cómo yo he sido siempre un niño maltratado, este último incidente fue una estocada definitiva y que por eso quise suicidarme, pero que no debía tener miedo a vivir.
Cuando regresé al instituto, volvía ver a Mónica, ya que vamos a la misma clase. Aún tenía marcas en los brazos y la faz y por lo tanto seguí creyendo que se autolesionaba.
Un día, cerca de final de curso, en una excursión que hicimos a la playa de Tossa, (un pueblo de aquí Catalunya/Cataluña), me acerqué a Mónica. Estaba sola, porque su tristeza empezó a afectar a toda su vida, incluida la vida social.
-Es verdad que lo más bello es lo más singular. – dije. Mónica sonrió radiante.
-Creía que no volverías a hablarme. – respondió.
-¿Acaso crees que no lo he intentado? Sí. He intentado odiarte y no he podido, porque te amo tanto más que a la vida misma.
-Yo ya me odio. Jamás podré perdonarme a mí misma, y jamás sabré que me impulsó a hacerte lo que te hice.
-¿Cómo quieres que me olvide de ti? Y esta vez es una pregunta.
Los dos a la vez quisimos besarnos, y jamás en mi vida, (en mi corta vida, para ser exactos), he sido tan feliz cómo lo fui en el momento que perdoné a quién no tenía que perdonar.
Le he jurado amor eterno, le he prometido que si algún día cuando seamos realmente viejos en cuerpo también, me casaré con ella.”

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